Recuerdo perfectamente ese momento. Siempre me ha gustado interpretar, jugar a ser varios personajes, fantasear con que puedo estar en mil y un sitios sin moverme de la habitación…
A los 16 años elegí el difícil, pero para mí maravilloso, camino de la interpretación. A todo el mundo le pareció un disparate, un capricho pasajero de adolescencia… menos a mi madre. Ella siempre me apoyó y creyó en mí desde el principio. De hecho, era la que me llevaba a todos los castings, a los rodajes, no importaba dónde tuviera que ir, o a que distancia se encontrara.
Uno de mis primeros proyectos estaba a una hora de mi casa en coche. Recuerdo a mi madre llevándome y esperando a que terminara, cada día, durante 4 meses. Todo para que yo pudiera cumplir mi sueño. Se me hacía cuesta arriba verla levantarse a horas imposibles, aguantando esas largas esperas, con una paciencia infinita, y todo sin reproches, ni quejas…
Entonces cumplí la mayoría de edad, y me saqué el carné de conducir. Eso significaba mi independencia total, ¡y una liberación para mi madre!. Heredé el coche de mi hermano, un Subaru de un azul eléctrico que se iba a convertir en mi compañero, mi cómplice, el que iba a ayudarme a lograr mi sueño, mi deseo de ser actriz.
Recuerdo que tenía un CD de la Oreja De Van Gogh listo para estrenar para cuando aprobara. Cuando lo hice, me pasaba el día yendo de aquí para allá con mi precioso coche, súper feliz, cantando a grito pelado al ritmo de las canciones que sonaban.
Para mi ese coche fue un gran compañero en mi primera etapa profesional. Cuántas veces me habrá escuchado reír, incluso llorar o me habrá llevado a giras de teatro. Con él he coleccionado muchos momentos y vivido grandes aventuras.
Él fue mi confidente, el que me hizo los coros cuando cantaba en mis rutas, el que me guardaba mi equipaje lleno de cuentos y me llevó de San Sebastián, mi ciudad natal, a Madrid, la ciudad a la que llegué hace 17 años para seguir alcanzando mis metas profesionales. Para continuar mi sueño.
Hace ya algún tiempo de ese primer viaje con mi madre, de ese momento en que decidí que mi vida tenía que rodar por caminos diferentes a los establecidos, que decidí ser una auténtica OffRoader pero la ilusión, las ganas de seguir batallando y disfrutando con y para esta profesión siguen intactas.
Cada proyecto o personaje nuevo es una aventura por descubrir. Incluso descubrirse a una misma, crecer. Esta profesión no trata solo de interpretar sino de hacer que el espectador y una misma vivamos historias. Y eso es lo más hermoso, sentir la emoción, la risa, la cercanía del público…
Mis padres siempre me han enseñado que en la vida hay que sembrar para recoger, y estoy recogiendo una cosecha preciosa, fruto del esfuerzo, el tesón y sacrificio. Pero no me conformo con esto, necesito otros retos y pienso buscarlos…