La nieve primavera es una clase de nieve muy particular porque contiene gran cantidad de agua y se presenta muy cohesionada y apelmazada, además de ser muy pesada. En contraposición con otros tipos de nieve, como la nieve en polvo por ejemplo, presenta algunas dificultades para la circulación que hay que tener en cuenta.
Pero mejor que centrarnos exclusivamente en una sola clase de nieve, conviene dar un repaso rápido a los otros tipos que nos podemos encontrar, y las dificultades principales que generan en ruta, ya que como imagináis, la nieve no mantiene el mismo estado durante todo el día, así que comenzamos.
Tipos de nieve que podemos encontrar en ruta
Tenemos la nieve fresca, la pisada y la helada, así como la nieve primavera y la «costra». Y aparte tenemos la nieve virgen. Esto por resumir un poco. La nieve fresca es la nieve recién caída, nieve en polvo, muy suelta y poco densa que hace que circular por ella sea sencillo, pues ofrece muy poca resistencia.
La nieve virgen es la que no ha sido pisada, pero eso no quiere decir que sea nieve polvo, sino que simplemente no ha sido pisada, así que en realidad no podríamos calificarla como una clase específica de nieve, sino como un «bonus» sobre cualquier tipo real de nieve.
Una vez pisada podemos decir que la nieve va ganando en densidad, y por tanto, va creciendo la dificultad para circular por ella. Si la nieve no ha ganado mucho en densidad todavía podemos tener buena tracción y pocos problemas.
Si se descongela y se vuelve a congelar, si tiene bastante agua atrapada o si es tan compacta que se forma hielo por debajo, la cosa cambia, y mucho, ya que empezaremos a tener dificultades de avance y dificultades con la tracción.
En ese punto, la nieve primavera, por ejemplo, aloja gran cantidad de agua (y decimos agua aun sabiendo que, lógicamente, el hielo es agua; pero nos referimos a su estado líquido), y eso hace que su densidad sea mayor, y que «moverla» sea un reto mayor porque es más pesada y resulta apelmazada.
Por eso, ante estas condiciones de nieve debemos extremar las precauciones. Lo primero es saber «leer» qué tipo de nieve tenemos delante. Lo segundo, adaptar la conducción, poner el «modo nieve» en nuestro chip de la cabeza y disponer de un margen de seguridad extremo muy amplio.
Movimientos suaves, dulzura con los mandos, paciencia, anticipación y habilidad son fundamentales para mantenerse en las pistas con la nieve. Si luego, además, sabemos con qué tipo de nieve nos enfrentamos, nos será mucho más fácil mantener el tipo y salir airosos de esas pistas.
Fotos | Phil Roeder