No hay que ser demasiado espabilado para pensar que en caso de accidente en la ciudad, la peor parte se la lleven los atropellos de peatones o el arrollamiento de motoristas por alcance o despiste. Leer un estudio que proclama que el 40% de los atropellos resultan en accidente mortal es una simple excusa para volver a hablar del tema. Lo cierto es que hablamos indirectamente cuando comentamos los límites de velocidad dentro de la ciudad.
Parece que hay un repunte en el número de muertes por atropello, y aunque no soy muy amigo de los números en este sentido, creo que lo que falta es una cierta educación al respecto. Léase conciencia en lugar de educación. Las muertes por atropello deberían poder evitarse siendo conscientes de las normas y de nuestra fragilidad. Dejémonos de estadísticas y números, una persona muerta por atropello ya es demasiado.
Pensemos una cosa: ¿cuántas personas se enfadarían con nosotros si les recordásemos las normas y precauciones básicas antes de cruzar la calle? Si habéis pensado que todas habéis acertado. Ahora observad cualquier trozo de calle y contad cuántas personas incumplen es normas y precauciones básicas. Lo peor no es que un adulto cruce la calle por donde no debe, lo peor es que un niño lo vea y lo asimile como algo natural.
Un atropello puede ser perfectamente un accidente, la desgracia es que muchos lo son, sin embargo, por despistes e imprudencias no nos puede pasar. Como conductores tenemos que poner también nuestro granito de arena y cuidar de los peatones, anticipándonos a sus movimientos, conduciendo con prudencia y sin prisas. Teniendo en cuenta que pocas veces necesitamos ir a 50 km/h, algunas más, pero pocas, a 40 km/h, y que la mayor parte del tiempo circulamos a 30 km/h o menos (sobre todo en lugares con resaltos periódicos), podemos hacer mucho para reducir la mortalidad de los peatones.
Vía | Terra Motor