A partir del 1 de julio será obligatorio llevar un alcoholímetro en el coche para cualquier vehículo (salvo ciclomotores) en Francia. Es una medida que obliga, por lo tanto, a los conductores a llevar el equipo necesario para medir el grado de alcoholemia en cualquier momento en el que sea así requerido por parte de la autoridad. No llevarlo, además, da lugar a una multa de 11 euros, que parece poco, pero que habrá que pagar (mal que nos pese). Se une pues al equipamiento básico obligatorio que suma ya los chalecos de alta visibilidad, los triángulos de señalización y ahora el alcoholímetro.
Sin duda, algo que merecemos saber si tenemos pensado viajar al país vecino a partir del verano, pero ¿tiene sentido que nos obliguen a llevar este aparato en el coche? Y lo que nos ocupa principalmente, ¿sirve de algo y replicarán el sistema en España? No es la primera vez que se adoptan y adaptan medidas extranjeras en seguridad vial al caso español, así que, por lo que pueda pasar, conviene saber los pros y contras de llevar el medidor en la guantera.
Llevar el alcoholímetro nos condiciona a «ser buenos»
Como herramienta práctica no digo yo que sea la solución definitiva al problema del alcohol y la conducción, pero como herramienta de disuasión psicológica puede tener sentido. De hecho, saber que llevamos un aparato por el que podemos medir la cantidad de alcohol que llevamos encima puede disuadirnos de pasarnos de la raya. Otra cosa es que con el tiempo olvidemos que lo llevamos o se pierda el efecto novedad. Partiendo de la base de que lo mejor es alcohol cero cuando nos ponemos al volante, a día de hoy debería estar muy claro para todos los conductores los efectos negativos de la bebida en nuestras aptitudes.
Si algún día se replica el sistema en España, habrá que ver primero cómo se aplica, cómo se conciencia a los conductores, qué tipos de alcoholímetros se pedirán o permitirán, y también habrá que ver si es necesaria formación para los conductores sobre cómo realizar las medidas. También tenemos otro caso presente: la instalación de alcoholímetros que tengan la capacidad de impedir el encendido del motor, algo que es realmente disuasorio desde todo punto de vista.
En realidad este tipo de medidas tienen un poder sobre la población que empieza siendo el de generar polémica y debate, luego aceptación de la medida y después concienciación. Siempre tenemos presente que las medidas que suponen multa o sanción se ven al principio como medidas recaudatorias, en lugar de verse como medidas con una clara orientación a mejorar la seguridad vial y a reducir las probabilidades de accidente lo máximo posible. El cómo se enfoque la medida (si se llega a implantar en nuestro país), la forma en cómo se aborde la solución para presentarla al conductor, determinarán la eficacia del sistema y su sentido real: concienciar pedir compromisos a los conductores.
Vía | Circula Seguro
Foto | Oregon DOT