Los avances tecnológicos son legión en este siglo XXI, y entre otras maravillas estamos presenciando avances tremendos en asistencia a la conducción: sistemas de comunicación entre coches, navegadores GPS, sistemas multimedia integrados en el coche, activación de comandos por voz… Parece que no hay límites.
La conducción autónoma nos traerá muchas ventajas. Por ejemplo, en caso de colisión inminente los coches podrán reaccionar muchísimo antes de lo que haría un humano. O quizás circularían de forma que no se diese nunca la probabilidad de un accidente. Al fin y al cabo podrían ser máquinas que establezcan rutas seguras en una malla aleatoria de coches… que no sería tan aleatoria. Es una visión de un mundo utópico, ciertamente, pero factible como mínimo. ¿Cuál sería la parte «mala»?
La conducción autónoma eliminaría la conducción no autónoma. Qué obviedad. Pero eso es terrible, ¿dónde quedaría, pues, el placer de conducir? ¿Qué diferenciaría a los modelos? ¿Se basaría nuestra compra en comodidad interior y opciones, como si hablásemos de un apartamento? Parémonos a pensar.
Si la conducción autónoma se impone, tendremos multitud de nuevas posibilidades. A mi me gusta dedicar un día «libre» a la imaginación, espero que no os importe que comparta con vosotros tres posibilidades muy interesantes:
- Trenes de carretera: un solo vehículo podría guiar a toda una fila de coches que lo siguen de manera autónoma. Sería por un carril especial y cualquiera podría sumarse o salir mediante un protocolo sencillo. Esto no es ciencia ficción.
- Sería posible minimizar el número de semáforos y «ordenar» el tráfico de tal forma que se erradicasen los embotellamientos. Cada carril tiene una capacidad determinada, y un embotellamiento se produce cuando esa capacidad se desborda, normalmente por una variación en el número de coches en la vía, una variación en la velocidad… Con conducción autónoma eso se puede prevenir.
- Con la conducción autónoma, los desplazamientos entre ciudades son diferentes, ya que no existiría un límite de velocidad estricto. El «piloto automático» conocerá el recorrido y adecuaría la velocidad a la carretera y condiciones tomando miles de decisiones por segundo.
¿Qué os parece? Sería extremadamente interesante, pero perderíamos el factor humano en la conducción. Eso, ¿nos importaría realmente? ¿Sería asumible por nosotros como consumidores y como conductores? En realidad, ahora mismo en caliente yo diría que no, pero como la evolución siempre es gradual, quizás en un par de generaciones no se vean las cosas de la misma manera. ¡Espero vuestras opiniones!
Foto | M Hillier