Sin dejar de mirar los retrovisores abandonamos Nurburgring, pero la consciencia de que nos dirigimos hacia otro destino suculento nos aparta de la melancolía: los tramos del Rallye de Montecarlo, del que nos separan más de 1.000 kilómetros. Quique escoge la configuración del coche más tranquila, dejando el control de estabilidad puesto, los diferenciales en el modo automático y la electrónica del motor en su modo más ahorrador.
Por la Autobahn
Las cifras de accidentes en Alemania son inferiores a las españolas, a pesar de que allí las autopistas son de velocidad libre. Así que, como no, disfrutamos de ellas como lo que son: algo muy especial, único en el mundo. Cuando aumentan los carriles y el tráfico disminuye, el Impreza vuela a 200 kilómetros por hora como Pedro por su casa, todavía con margen. Hay que hacer ejercicio mental para no sentirse delincuente. Enrique alaba la estabilidad a alta velocidad, por si no había quedado claro en las rápidas curvas de Nurburgring: el coche es menos nervioso que su predecesor, tiene un eje trasero menos vivo que antes, lo que da una gran seguridad en este tipo de desplazamientos.
En las zonas de incorporaciones sí hay límites de velocidad, entre 100 y 120 km/h. En ese momento todos los coches la acatan, dejando libre el carril más rápido, y hasta ese modelo de gran cilindrada que nos perseguía a alta velocidad pisa el freno y se echa a un lado, como nosotros. Al cabo de unos kilómetros llega la señal de mis sueños, ese 120 tachado con líneas negras, y Quique pisa de nuevo el acelerador con una sonrisa. Nos alternamos al volante.
Llegan la lluvia y la noche. Menguamos la velocidad por precaución, porque nuestra montura está encantada con la lluvia. Ahora se siente todavía más poderosa frente a los coches que nos rodean gracias a su tracción total permanente, y parece capaz de seguir el mismo ritmo que en seco. Por estas cosas, y algunas más, no es de extrañar que Subaru sea, según la encuesta ADAC-AutoMarxX 2009, la firma que deja más satisfechos a los compradores alemanes.
Hacemos noche por el camino. Volvemos a acostarnos cansados por tantas horas al volante, pero el Impreza STi nos ha tratado bien. Como ya te he comentado en varias ocasiones, su amortiguación es firme pero no incómoda, de nuevo demuestra que se puede viajar con él a todas partes. Por fin, llegan las señales del Col del Turini, el tramo más famoso del Rallye de Montecarlo. Hasta parece que el Impreza sonríe también al verlas.