El Impreza STi y Enrique Ojeda hacia Nurburgring. Capítulo 2.

Desde Holanda hasta Nurburgring solo hay un paseito, aunque no todo el recorrido es autopista. Llueve ligero. Preferiría rodar en seco, pero recuerdo que Ojeda es precisamente bajo la lluvia donde logra sus mejores resultados, donde es imbatible en el Camepeonato de España de rallyes con su Impreza WRX STi de competición. Allí arribamos una hora antes de que se abra la pista. De cinco a siete de la tarde, todo el que disponga de un vehículo y 22 euros puede darse una vuelta. Así de simple. No hace falta ni casco, aunque sin duda es muy recomendable y no olvidamos el nuestro. En la foto puedes vernos a Enrique y a mi señalando, en el “menu” de tarifas, los precios de rodar la tarde entera y el abono por un año, por poco más de mil euros. ¡Ese es el que querríamos comprar!

Pronto algún aficionado le reconoce. Un grupo de simpáticos escoceses –los británicos son multitud aquí– le piden que firme para ellos su monovolumen, a lo que Enrique accede con una sonrisa. Uno de ellos le ruega, como era de esperar, que le de una vuelta en el Impreza STi. También hay italianos, japoneses… El ambiente es colosal. Docenas de aficionados están allí esperando su turno, se ven Lotus de dos en dos y Porsches de tres en tres. Estos, como sabes, tienen la misma arquitectura de motor que nuestro Impreza: de tipo bóxer, con los cilindros opuestos. Y todo tipo de deportivos, como Clios RS, Nissan GT-R, modelos de competición… entre ellos, el STi brilla con luz propia. Se le ve en su contexto perfecto, el de la conducción deportiva. Un sospechoso BMW X6 con los logotipos tapados tiene toda la pinta de ser un modelo de pruebas de la firma bávara, y un Serie 5 sirve de “taxi”: por unos 200 euros, un piloto profesional te da una vueltecita en él a todo trapo.

También nos encontramos con un grupo de españoles. Ellos nos reconocen a ambos. Vienen de Palencia con su Audi S3, al que le han retocado un par de cosas para adaptarlo a la pista, sobre todo los frenos.

No podemos esperar más, miramos el reloj pero los minutos no pasan por ello más rápidamente. Vemos asombrados como un autobús lleno de pasajeros se pone en la cola para entrar, detrás tenemos a dos chicas en un deportivo, los compatriotas de Palencia están justo delante y un sinfín de modelos de altas prestaciones salpicados por algún coche que parece de dominguero nos rodean.

Nos han dado una tarjeta que, al pasarla por delante de un receptor, lavanta la barrera para que podamos entrar a la pista. Ya la abandonan ocho coches iguales que anuncian que, antes de las tandas libres, es una escuela de conducción la que ha disfrutado de tan insigne asfalto. A nuestra izquierda, en una entrada reservada, varios Subaru Legacy de la nueva generación están siendo presentados a la prensa y a los concesionarios alemanes y se disponen también a entrar.

Ha dejado de llover hace rato, la pista está prácticamente seca. Quique pasa la tarjeta, me la entrega con una sonrisa y acelera en cuanto la valla asciende. Allá vamos. Nurburgring es para nosotros.