Las rotondas o glorietas son elementos de la vía que nos encontramos docenas de veces al día, y cuya misión es la de mejorar la fluidez del tráfico ofreciendo una línea de circulación lo más limpia y directa posible para cualquiera de las direcciones habilitadas como salidas de las mismas. Este objetivo se cumple, como no, respetando el modo de circulación dentro de las rotondas y que, lejos de ser complejo es de lo más sencillo que nos podemos encontrar.
La mayor parte de las glorietas las encontramos ya construidas, forman parte de nuestras rutas y las asumimos como algo que siempre ha estado ahí. Pero, ¿qué ocurre cuando de repente se plantea necesario remodelar un tramo de vía concurrida para introducir una nueva glorieta? En el vídeo se puede ver el método de actuación, que no deja de ser curioso.
El proceso es curioso porque lo que se hace, claramente, es construir sin dejar de ofrecer alternativas a la circulación. Es decir, desviamos el tráfico por aquí, construimos por allá, volvemos a habilitar el tráfico al otro lado mientras construimos en aquél otro. Todo un ejercicio de elasticidad de la carretera cuando lo vemos de forma acelerada como en el vídeo.
La reconversión de cruces en rotondas es algo habitual por lo dicho anteriormente, y es que las rotondas nos ofrecen una línea de circulación «recta» dentro de un cruce, sin tener que doblar esquinas y centrando nuestra atención y cediendo el paso solo hacia una de las direcciones posibles (la izquierda). Es por esto que, aunque parece que haya dificultades insospechadas a la hora de pasar una rotonda, son un elemento imprescindible en las carreteras. Volveremos a hablar de las rotondas.
Vía | Circula Seguro
Foto | Hadrián Fernández